Análisis comparativo entre Circe y El Túnel.

agosto 27, 2022
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Por Daniela Astudillo

¿Quién alguna vez no ha idealizado a alguien? A veces es difícil pensar en quien se ama sin maquillar sus falencias; o, incluso, ni es necesario el amor; más bien, es clave la atracción. Y es que al ser humano siempre le han atraído aquellos que cumplen las expectativas del retrato fantástico que es el “alma gemela”. Sin embargo, ¿en qué momento empieza a concienciar del vicio de la idealización?

Es común buscar en otros lo que uno carece; o en otro caso, una comprensión íntima. Se llega a caer en la duda de reconocer entre lo real y lo percibido como real, debido a las construcciones mentales surgidas de la interacción. Mientras más uno convive con este enaltecimiento, ¿es lo que se cree de este ensalzamiento verdadero o parte de una percepción alterada? Cuando uno se deja llevar cada vez más por este principio enceguecedor, la idealización se vuelve totalmente consciente, y ya queda a decisión del sujeto cortar o seguir esa ilusión.

La literatura, en este caso, ofrece la oportunidad de reconocer este concepto desde los contextos externos y mundos internos de sus personajes, de modo que puede deducirse si sus conclusiones son coherentes, o están manchadas por la tergiversación sentimental de la realidad. Quizá, lo más estereotipado de este fenómeno es su contraparte femenina: la mujer fatal. Dulce, mujer fatal.

¿Es que acaso el ser humano se siente atraído hacia su propia destrucción? ¿El sentido de lo enigmático y peligroso nublan su visión? Arquetipos como la mujer fatal son útiles para deducir este punto, puesto que el paso de una idealización idolátrica hacia una figura fascinantemente fatídica, es lo que mueve a su compañero hacia el despertar de su fantasía… Si es que él quiere hacerlo.

La idealización se construye a partir de prototipos internos sobre lo que se busca en otros, pero puede afectarse por la falta de comunicación. Si uno solo acopla sus ideales sobre el perfil del otro, ¿realmente lo llega a conocer?, ¿o acaso se conforma con el sentimiento de cercanía? Julio Cortázar trabaja este elemento bajo la relación de Mario y Delia en Circe, en cuya obra la dinámica entre Mario y Delia solo se enfoca en la obsesión de ella por prepararle delicias. Así, Mario desarrolló un “amor” compasivo hacia Delia, pues creyó que necesitaba de su entendimiento y compañía; no obstante, descubrió que su relación solo correspondía a una satisfacción unilateral, y que vivía una constante sumisión hacia ella. 

Por otro lado, El Túnel, de Ernesto Sábato, ofrece una perspectiva diferente bajo la relación de Juan Pablo y María, marcada por la duda e intento de “salir de la soledad”. El protagonista la vio como una fuente de comprensión, puesto que asumió que ella compartía su pensamiento y vio esto como una oportunidad (aunque un tanto falsa) de replantearse su apartamiento de la sociedad. Sin embargo, mientras más se acercaba a María, resultaba más frustrado, porque encaraba la realidad de una mujer que en verdad no lo entendía. Por tanto, la incomunicación es un factor paradójico, pues entonces, menor interacción provoca mayor frustración de los ideales, en lugar de un mayor crecimiento de estos.

Si la incomunicación desmantela los ideales, es porque los medios internos y externos toman acción y dan paso al descubrimiento de la identidad; y la identidad que uno forma del otro proviene de la interacción de estos dos puntos, en planos subjetivos y objetivos. Circe prioriza los factores externos, ya que Mario fue interpretando con mayor rigurosidad las reacciones y eventos colaterales a su entorno tras ganar cercanía con Delia: la marcada desconfianza de los padres de ella, la asimilación constante de la muerte, cartas anónimas de advertencia, etc. Tras el análisis de su mundo externo, Mario interpretó la conducta de Delia, dando como resultado la identidad de una mujer misteriosa, cuyas intenciones buscaban perjudicarlo. 

Al contrario, El Túnel se enfoca más en la mentalidad de Juan Pablo como medio interno para descifrar a María, abundando en la subjetividad; concluyendo en que María era el resultado de sus interpretaciones de hechos objetivos, que acababan en construcciones con bases personales. Así, concluyó en la identidad de una María libertina que nunca le pertenecería, derrumbando dicho enaltecimiento. A diferencia de Circe, que balancea la interiorización con análisis palpables, El Túnel quita importancia a la mirada objetiva de lo externo. En efecto, la construcción de la identidad requiere de un equilibrio entre objetividad y subjetividad, de modo que se es capaz de pensar sin extrapolarse de la realidad.

En obviedad y complementariedad, cada obra mueve al protagonista a interactuar con un coprotagonista femenino, en el que se retrata todo aquello que le es desconocido, pero que lo impulsa a su propia destrucción. A través de la interrelación hombre-mujer, se descifra la composición de mujer fatal lograda en cada obra; y cómo esta, a su vez, despierta al protagonista de su idealización. 

Circe presenta a Delia como una mujer fatal con inteligencia para usar su belleza a favor de sus intenciones: con sencillez, emplea sus encantos para controlar a Mario, como cuando le dio un beso una vez que él se ofreció a secundarla en sus caprichos, como también se evidencia su relación con temas oscuros como la muerte y sus desgloses. En cambio, El Túnel muestra a María como una mujer que no era una mujer fatal, más las interpretaciones de Juan Pablo la convirtieron en una: encuentro de un encanto obsesivo con ella en lo intelectual y corporal, equiparado con comportamientos pasivo-agresivos con victimización instantánea y la relación con lo banal e inmoral. Ahí se demuestra cómo la mujer fatal, pieza del conflicto del protagonista, puede llegar a ser real, como invención del mismo; impulsándolo hacia un estado de cólera que, finalmente, lo motiva a despegarse de su idealización. Entonces, la mujer fatal sirve como un estereotipo para representar la forma en que a veces, el idealizador no posee el control, sino el idealizado.

La idealización es una utopía utilizada para transformar la realidad; sin embargo, puede convertirse en una vía hacia la autodestrucción. La paradoja de la incomunicación refleja cómo el pensamiento maquina a través de lo subtextual, con lo que, en el silencio, se halla la chispa necesaria de la verdad. La complementación de las circunstancias externas con las internas forja una concepción de la identidad, que, al encararse con la idealización, la desvanece y abre los ojos del idealizador. 

Como punto final, la revelación de la inversión del poder llega a ser un punto de quiebre para el idealizador mencionado, pues demuestra hasta qué magnitud fue capaz de ceder el control completo de su ser a otro, con tal de realizar su creación. A modo de ironía, el idealizador se desprograma parcial o completamente para ver en el idealizado sus expectativas, cediéndole la autoridad sobre sí. Es por ello, que la idealización es tan solo un paso a la cólera, pues las personas no logran autoreconocerse más, por intentar transformar a otros en lo que alguna vez buscaron o desearon. 

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