Por Saidel Brito*
Mi obra se enfoca en el uso de repertorios e imaginarios históricos y en la descontextualización de imágenes de entornos diversos. Mi investigación apuesta por la exploración de los lenguajes artísticos —narrativas pictóricas, dibujo, escultura, instalaciones— para destacar el valor significante de los recursos plásticos y ensanchar sus repertorios y su carga simbólica en el mundo del arte.
En la serie Carta a Barradas (ver imágenes) se dialoga con los contextos culturales y políticos de América Latina durante los siglos XIX y XX. La recuperación de legados visuales y literarios menospreciados por nuestra tradición cultural busca tensar y erosionar el lugar del relato histórico, como un fenómeno irreversible de disolución y decadencia.
La propuesta se origina de una carta de Joaquín Torres García a su amigo Rafael Barradas, en 1918, donde le manifiesta: “Ya no creo en la América Latina. Gente floja, apática, romántica. Sus concepciones se evaporan como el vino espumante, en burbujas de viento”. Desde ahí, trazo diálogos visuales y literarios con los dibujos de Torres y los epistolarios de próceres americanos como Simón Bolívar y Antonio José de Sucre.
Las obras incorporan testimonios, citas, lugares y acontecimientos históricos que fisuran e interpelan las retóricas nacionales, el colosalismo y los cacareados discursos gloriosos de las gestas de emancipación en América del Sur. Carta a Barradas conecta dos momentos fundacionales de nuestra historia: el pensamiento político y el estético. Las viñetas de las piezas, reescritas e instaladas en otro correlato visual, resignifican y socavan el sentido original de esos textos para crear nuevos nudos y edificar su propio universo sensorial.
De esta forma, la asimilación del acervo que aflora en La ciudad sin nombre o en Historia de mi vida, de Torres García, suscita un cuestionamiento de ese pasado “triunfal” y lo subordina a una indagación crítica del caudal expresivo del arte. En este núcleo de obras reactivo, la acuarela como técnica, como un medio viajero que sobrevive y nos ha legado, en sus azares representacionales, fragilísimos acontecimientos de nuestra memoria y devenir social. Se demanda, entonces, una aproximación compleja por parte del espectador, sin cápsulas o lecturas efervescentes, donde la primera mirada abdique, irresolublemente, ante un espinoso proceso de interpretación.
Septiembre de mil novecientos diez y ocho #1 (a Barradas), 2020. Acuarela sobre papel, 110 x 75 cm.
Mayo de mil ochocientos veinte y tres #1 (a Simón), 2020. Acuarela sobre papel, 75 x 110 cm.
Mayo de mil ochocientos veinte y tres #2 (a Simón), 2020. Acuarela sobre papel, 75 x 110 cm.
Mayo de mil ochocientos veinte y tres #3 (a Simón), 2020. Acuarela sobre papel, 75 x 110 cm.
Mayo de mil ochocientos veinte y tres #4 (a Simón), 2020. Acuarela sobre papel, 75 x 110 cm.
Julio de mil ochocientos veinte y uno (a Simón), 2020. Acrílico sobre tela, 200 x 140 cm.
Septiembre de mil novecientos diez y ocho #2 (a Barradas), 2020. Acrílico sobre tela, 200 x 140 cm.
Bruselas (Río), 2019. Acrílico sobre tela, 105 x 150 cm.
Florencia (Mataró), 2019. Acrílico sobre tela, 105 x 150 cm.
* Doctor en Ciencias sobre Artes por la Universidad de las Artes de Cuba (ISA). Magíster en Artes por la Universidad de Cuenca y en Educación Superior por la UCG. Docente en la Universidad de las Artes y la UCG. Fue cofundador, profesor y rector del Instituto Superior Tecnológico de Artes del Ecuador (ITAE).