Con el fin de brindar un espacio de análisis sobre el comunismo indoamericano, el 14 de julio de 2020 se realizó un conversatorio en el que participó Gabriela Calderón, editora de ElCato.org y columnista de El Universo; Juan de Althaus, psicoanalista, historiador y director de Publicaciones de la Universidad Casa Grande (UCG); y Floresmilo Simbaña, miembro de Ecuarunari y exdirigente de la CONAIE. Moderó la conversación Alejandro Ojeda, docente de la facultad de Ciencias Políticas y Derecho. Entregamos este resumen editado.
Alejandro Ojeda
Este espacio académico es un diálogo, fuente de información y reflexión, sobre la obra de José Carlos Mariátegui (JCM), intelectual marxista peruano fallecido en 1930, cuyas ideas influyeron en la historia política de América Latina.
Gabriela Calderón
La CONAIE, que venía de un sano proceso de introducción en la democracia representativa a través de su brazo político, paradójicamente eligió a Leonidas Iza como su presidente, quien reniega de esta democracia. La interpretación identitaria —blanco o negro— de la historia simplifica la experiencia y anula las diferencias.
El comunismo indoamericano de Iza promueve el colectivismo, anulando la individualidad e imponiendo un solo criterio. Un principio es la igualdad ante la ley, sin discriminaciones.
Con la conquista llegaron cosas buenas y malas. Los indígenas formaron parte del ejército realista en Perú. Los derechos humanos los trajeron los frailes dominicanos y jesuitas humanistas de la Universidad de Salamanca, quienes cuestionaban el derecho divino de la monarquía católica de adueñarse de las tierras de los nativos, y defendiendo que eran seres humanos. Se eliminó las prácticas de los sacrificios humanos. Sacerdotes —como Francisco de Vitoria y Juan de Mariano— son rescatados por John Locke, Tomas Jefferson y James Madison. No necesariamente hubo progreso en todo.
Hubo una política oficial de mestizaje, diferente al imperio británico, que excluyó a los indios. Tanto Cortés como Pizarro se casaron con mujeres indígenas.
Cuando se habla de la autoidentidad, es bien arbitrario, porque en América Latina existen pueblos mestizos. Asimilar a otros en una identidad única, fracasa. Se puede formar parte de la modernidad sin eliminar la propia cultura.
Juan de Althaus
Un resultado interesante del paro nacional es el inicio formal de la negociación gobierno-CONAIE, y el debate en varios espacios. Cuando hablamos del tema indígena, me oriento desde el psicoanálisis con los aportes de la etnohistoria y antropología. Hay que señalar que la conquista fue una contingencia traumática para la población étnica de esa época. Se marcó como el choque violento de dos modos de gozar identificaciones simbólicas e imaginarias diferentes, lo cual dejó una serie de agujeros poco simbolizados hasta el día de hoy.
El modo de goce estructurado por un discurso del amo uni-monárquico-monoteísta-cristiano-renacentista europeo se impuso sobre el discurso del amo prehispánico, ordenado por mitos y rituales múltiples de dualidad. Sin embargo, ha habido resistencia de los dominados hasta el día de hoy, combinado con su aceptación no-toda del nuevo orden.
Existía lo que defino como ‘democracia étnica-ritual’, en lo que llamo ‘la civilización andino-costeña-oriental’. Los asuntos de las etnias se discutían en una especie de asambleas rituales, cuyos restos se han modificado en formas modernas. No solo en la Grecia antigua se inventó la democracia.
Las autoridades eran elegidas y eran removibles. El sistema de gobierno era dual, quizás cuatripartito. Siempre había dos autoridades étnicas, por lo menos, a la vez. Uno administraba hacia adentro (hanan-abajo/adentro) y el otro hacia afuera (hurin-arriba/afuera) con las otras etnias. JCM, en su época, interpretó ese pasado como propiedad colectiva de un Estado socialista. En los últimos 70 años se ha trabajado en otras interpretaciones.
Un mundo tan diferente fue concebido por los europeos y sus herederos con base en los conceptos occidentales de cada época. La crítica etnohistórica y antropológica ha permitido desbrozar bastante el terreno. No había propiedad individual, feudal ni colectiva, sino un control ordenado de pisos ecológicos por un sistema de parentesco que introducía esos espacios al mundo sagrado mediante la reciprocidad, la complementariedad y la codistribución. No existía ningún comercio de objetos, ni siquiera con las balsas, pero sí un intercambio de fuerza de trabajo interétnico a largas distancias, para luego codistribuirse los productos. Los acuerdos eran voluntarios a través de rituales de alianzas de parentesco. Un modo de existencia construido en miles de años.
El Cuzco no imponía, se aliaba. JCM habló del imperio inca, un concepto eurocéntrico que proviene del imperio romano. Yo lo llamaría un Estado de parentesco, condicionalmente. Los cuatro suyos no eran provincias, sino líneas de parentesco (seques) en cuatro direcciones. Cuando llegaron los españoles había cuatro Cuzcos. El cuarto se estaba formando en Tomebamba, al lado de Cuenca. Cada Cuzco tenía el mismo peso que el otro. No eran ciudades, sino espacios sagrados con un conjunto de templos, talleres de reciprocidad y depósitos para la codistribución.
Atahualpa —en Cajamarca— ofreció un acuerdo con Pizarro, pero fue detenido, enjuiciado y ejecutado, a pesar de que entregó objetos rituales de oro y plata como reciprocidad. El inca Hanan estaba en pleno proceso de establecer las alianzas de reciprocidad y codistribución anuales.
Quedan restos culturales que favorecen las alianzas. Tomadas en serio, permitiría progresos en una coexistencia con la CONAIE. En la época prehispánica, los convenios se cumplían a rajatabla. Con el nuevo orden europeo, los acuerdos —cuando había— no se cumplían. No hubo reciprocidad del lado de los colonizadores, lo que sucede hasta ahora.
En la época actual, a través de este debate libre y constante, la defensa del estado de derecho democrático implica su ampliación hacia nuevas formas plurales más vinculantes, ya que hay un creciente vacío entre el representado y el representante. Creo que la propuesta del federalismo aporta, facilitando una mayor cercanía del ciudadano a sus autoridades; pero, además, permite generar acuerdos entre los poderes del Estado con las organizaciones de la sociedad civil.
Floresmilo Simbaña
No hay evidencia histórica que la izquierda y el movimiento indígena se hayan levantado a partir de las ideas de JCM. Pío Jaramillo llegó en Ecuador a las mismas conclusiones que JCM, al plantear unas tesis en el precongreso de constitución del partido socialista en 1924. El problema indígena era respecto a la posesión de la tierra, por tanto, se les debería facilitar la propiedad comunitaria. La tierra estaba concentrada en la propiedad latifundista.
JCM estuvo en Guayaquil y hubo correspondencia con la revista Amauta. En ese momento, la matriz eran los sindicatos agrarios —desde 1923— para defenderse de los grandes propietarios agrícolas. En 1944, esto desembocó en la Federación Ecuatoriana de Indios (FEI), con otro itinerario ideológico. Las tesis de JCM y Pío Jaramillo empezó a considerarse a partir de los años 40 y 50, cuando la reforma agraria incide en la historia del movimiento indígena y de la izquierda, ya que los argumentos de JCM fueron desechados por la Internacional Comunista estalinista.
Así, los representantes funcionales en la asamblea constituyente de 1945 —como Ricardo Paredes (partido comunista)—, propusieron solo la creación de un ministerio indígena. El indigenismo, desde afuera, fue moral. Resurgió el debate durante el proceso de la reforma agraria, el cual destruyó la gran propiedad hacendataria y los sistemas de poder local vinculados.
Como consecuencia, los indígenas quedan enfrentados al Estado central y su gran mayoría pasó a constituirse como propietarios colectivos, creando cooperativas y comunidades; sobre todo en los años 70 y 80. Antes había unas 500 comunas, que luego crecieron a 1500; sin contar las ancestrales. Ahora el pueblo indígena está constituido mayoritariamente en comunas que sustituyeron al sindicato agrario.
Así, a finales de los 60, surgió en la Amazonía la Federación Shuar. También la Federación Nacional de Organizaciones Campesinas (FENOC[1]) y otras organizaciones como, en 1972, Ecuarunari. La experiencia mostró que el acceso a la tierra no es suficiente y se avanza hacia la identidad, la educación y la política en su sentido más amplio.
Se retomó a JCM, como parte de varias ideologías, que se consideran para formar una nueva propuesta política. Se debatió con la nueva antropología, la nueva historia, lo postcolonial, lo posmoderno, la teoría crítica, la nueva izquierda; intentando recuperar las lógicas del pensamiento comunitario. El movimiento indígena siempre ha tenido una línea de consenso en lo político y la interculturalidad, combinando varios saberes.
A finales de los 70, nació una nueva intelectualidad indígena, en la que surgió Nina Pacari, Luis Macas, Blanca Chancoso, entre otros. Se inició el proceso de alfabetización con Roldós y se empezó a hablar de educación intercultural bilingüe, y de lo comunitario.
Esto deviene en superar conceptos como ‘tribus’ y ‘etnias’. Los indígenas son pueblos y nacionalidades, proponiéndose el concepto de ‘plurinacionalidad’. Así se constituye la CONAIE en 1986, hasta ahora.
Como en cualquier organización y familia, hay tendencias. Sobre los clásicos, existen varias lecturas. En democracia todos podemos opinar de cualquier forma y todos tenemos derecho a criticar.
Juan de Althaus
Floresmilo compartió la propia experiencia del movimiento indígena y sus discusiones en democracia, lo cual es fundamental. No sé si van a lograr un pensamiento unitario, pero quizás sí acuerdos mínimos en varios de temas; ya que la CONAIE no es una masa homogénea que sigue ciegamente a sus dirigentes. El movimiento indígena ha producido efectos legales novedosos en las constituciones de varios países, postulando un Estado plurinacional, pluriétnico y pluricultural; además de la cuestión ecológica, asunto clave, pues estamos al borde de una catástrofe climática mundial.
La propiedad comunal es un soporte para desplegar sus vínculos sociales y actualizar la tradición cultural, no solo para las actividades económicas. En la costa ecuatoriana había tres grandes ‘comunas de indios’ que ocupaban toda la provincia del Guayas y Santa Elena. La legislación sobre las comunas españolas del s. XVI —que eran independientes de la corona y estaban formadas por grupos de familias que elegían a sus autoridades– fue adaptada a las colonias. Durante la República hasta 1935 se desintegraron casi todas esas comunas. Bolívar quiso sustituir las comunas con la propiedad privada.
Todavía hay conflictos jurídicos entre comunas y empresarios privados que quieren apropiarse de sus tierras, en vez de establecer alianzas de mutuo beneficio. No se trata de desaparecerlas mediante la introducción forzada de la propiedad privada individual.
Se ha expandido el fantasma colonial de que ‘la ley se acata, pero no se cumple’, y la ética de la ‘viveza criolla’, lo cual es parte de las respuestas al trauma de la conquista. Es diferente a EE. UU. y Canadá, donde fueron comerciantes franceses y campesinos ingleses puritanos —con reglas fuertes y prácticas democráticas— para comerciar y trabajar la tierra mediante las pequeñas, medianas y grandes propiedades, desarrollándose rápidamente el capitalismo. No eran huestes militares buscando el botín ni un rey expandiendo su propiedad feudal. Los orígenes tienen consecuencias históricas, algunas imposibles de resolver, solo es posible manejarse de la mejor manera con esas imposibilidades.
Floresmilo Simbaña
La estructura de la CONAIE es distinta y más abierta que la democracia estatal liberal. Se trata de superar el criterio de mayorías y minorías. La asamblea o congreso de la CONAIE está formado por delegados de las 14 nacionalidades en la misma dimensión, sin considerar la cantidad de sus miembros. El poder no lo tienen los dirigentes, sino las asambleas; lo que no significa la inexistencia de conflictos y diferencias, los cuales se debaten. Se trata de que prime el consenso más que la fuerza de una posición.
Desde la plurinacionalidad, el Estado unitario y el federalismo son lo mismo. México y Brasil son Estados federales y, sin embargo, las diferencias económicas varían por región. El federalismo no ofrece ningún criterio de democracia. La plurinacionalidad es el gobierno directo de la sociedad, para que se autogobierne, haciendo contrapeso al poder del Estado.
Gabriela Calderón
México y Brasil con casos de federalismo pervertido, en realidad son centralistas. La confederación suiza, EE. UU. y Abudabi son diferentes. Es permitir una autonomía plena a las localidades, con libertad y responsabilidad, evitando la conflictividad social. Las comunidades indígenas ya lo han obtenido a través del Estado plurinacional, abriendo las puertas para que otras comunidades tengan acceso. Es interesante regirse por consensos, pero en la CONAIE sí hay una jerarquía. Es parecido al colegio electoral de EE. UU.
Su cosmovisión implica que los recursos naturales no deben ser explotados y que los derechos de propiedad deben ser comunitarios. Conozco a empresarios en la vía a la Costa que, en las negociaciones con los comuneros, no son muy pacíficos; y no siempre se respetan los términos. Son muy precarios los negocios en virtud de los derechos comunales; sería diferente bajo un régimen de propiedad más estable y confiable.
Juan de Althaus
El impasse es que estamos en una época de mucho cinismo, donde estos ideales antiguos, incluso mariateguistas, se resquebrajan. No se cree en la legitimidad de los líderes políticos, del Estado ni en el vecino. Existe una especie de paranoia social y los valores se descartan. Es entonces cuando el debate y la conversación permiten bordear los traumas, los agujeros, y pasar a invenciones en el lazo social. No podemos ser totalmente descreídos. Hay que dejarse engañar un poco por los semblantes y sus efectos disímiles de verdad, que deberían circular mediante la palabra, siendo responsables de las consecuencias. Gozar del debate y la conversación, no del pasaje al acto de la violencia de uno u otro lado.
[1] Hoy FENOCIN