Derechos humanos, sostenibilidad e inteligencia artificial.

septiembre 17, 2020
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El 26 de septiembre de 2019, la Universidad Casa Grande (UCG) se convirtió en la primera universidad de la costa ecuatoriana en lograr un convenio de cooperación interinstitucional con la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

El evento contó con la presencia de Marcia Gilbert, presidenta del Consejo de Regentes de UCG, como presentadora; y, posteriormente a la firma del acuerdo, el Dr. Víctor Guedez, profesor invitado de la UNESCO, realizó una conferencia magistral sobre ética, STEM[1] e inteligencia artificial.

La colaboración entre ambas instituciones busca trabajar en proyectos de investigación, lograr una cooperación regional, desarrollar programas de capacitación, así como experimentar la incorporación de las tecnologías de la información y la comunicación a los programas de enseñanza. A continuación, un resumen de la intervención de Marcia Gilbert y Víctor Guedez.

Marcia Gilbert

Para nosotros, la calidad educativa se centra en el alumno, para servir a la ciudad y el mundo en paz y democracia. Este convenio se suscribe en condiciones del crecimiento considerable de las universidades privadas en América Latina, por el impulso de la población que quiere acceder a la educación superior. Hay que tener en cuenta que existen deficiencias en las universidades privadas y públicas, pero, a su vez, tenemos que precautelar el no mercantilizarnos. Nos identificamos y nos comprometemos con la UNESCO en sus grandes causas.

El profesor Víctor Guedez es presidente de CERSE (Consultoría en Ética y Responsabilidad Social Empresarial), vicepresidente de El Club de Roma (Capítulo Venezuela), docente del máster en Dirección Estratégica de Responsabilidad Social de la Universidad de Barcelona (España) y del máster de Gestión Cultural de la Universidad de Guadalajara (México). Se desempeñó como consultor académico de la Red Iberoamericana de Universidades y fue secretario ejecutivo del Convenio Andrés Bello. Ha publicado 21 libros y ha recibido ocho distinciones.

Víctor Guedez

La relación que el hombre ha establecido con su entorno ha cambiado. El primer hombre tuvo que enfrentarse a los fenómenos naturales desproporcionados y deslumbrantes, con devoción y temor. Posteriormente, intentó interpretar esa realidad con la religión, sintiendo adoración y temor por Dios. Ahora tenemos devoción por la ciencia, que ha asumido desbordamientos sin control, de lo cual tenemos que estar advertidos.

Si uno quiere conseguir lo posible, tiene que probar lo imposible. Todas las preposiciones de carácter político y sociopolítico cambian, en cambio, las científicas se convierten en constantes.  La utopía y el desencanto son permanentes. Los márgenes de imprevisibilidad son perfectamente posibles.

Ni la ciencia, ni cualquier otro conocimiento que se habilite puede estar desenfocado de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), porque también hay que tener en cuenta a las personas, los derechos humanos y la sostenibilidad. Y, para eso, están la inteligencia artificial, la ética y la educación.

Son fundamentales los vectores de nacionalidad, progreso y valores. Hay una hipermodernidad, como decía Lipovetsky; existe una modernidad líquida, como argumentaban Bauman; o José Antonio Marina, que habla de la ultramodernidad. La modernidad ha llevado a un extremismo, y está presente en todos los desbordamientos, entre los cuales uno puede administrar dinámicas de esta naturaleza.

La inteligencia artificial hace referencia al transhumanismo y la posbiología, con la idea de mejorar radicalmente y de manera acelerada las condiciones físicas, intelectuales y psicológicas del ser humano, a partir, fundamentalmente, de atender las enfermedades del envejecimiento y la mortalidad, con el enfoque en una gestión administrada.

Cuando se habla de transhumanismo y poshumanismo, se aspira a matar la muerte, pero la vida y la cultura tienen sentido porque existe la muerte. En consecuencia, siempre hay que tener la vigilancia necesaria para evitar los desbordamientos. La visión paradisíaca del progreso es una fuga hacia el futuro, sin saber lo que va a ocurrir.

De hecho, la evolución del ser humano está inconclusa. Si nosotros convertimos la ciencia en una religión, caemos en el totalitarismo de la ciencia. La vigilancia social y ética de la ciencia deben ser asumidos desde la perspectiva social. En el siglo XX había muchos fines, pero pocos medios; en el siglo XXI tenemos muchísimos recursos, pero no sabemos hacia dónde ir.

Hay que considerar que el ser humano recurre a sus identificaciones anteriores para solucionar los problemas, pero nos llenamos de nostalgia y duelo. Entonces, vamos hacia el futuro, con lo cual establecemos grandes utopías, opciones y posibilidades. Si solamente se dirige al futuro, caemos en la irresponsabilidad y procrastinación.

Por lo general, tenemos una relación horizontal con el tiempo (tecnoprogresistas y tecnoconservadores) viendo hacia atrás, adelante, el aquí y el ahora. Pero se olvida que también hay que considerar el arriba y adentro, una especie de elipsis que se dirige a construir el futuro. De este modo, no se puede olvidar que arriba está lo ético, lo socio voluntario, estético; y abajo está lo socio-democrático y ecológico. El problema no está en colocarse a favor o en contra de la ciencia y la técnica, sino de combinarlas dentro de esta relación cartesiana.

Con los valores de la modernidad, seguimos pensando sin margen de duda en la libertad, igualdad y fraternidad. El problema no es la libertad, sino la responsabilidad. El problema no es la igualdad, sino el equilibrio, la equidad; tampoco la fraternidad, sino la capacidad de establecer relaciones armónicas. Esto implica la concertación entre los grupos de interés mediante el diálogo, como la función de reciprocidad que plantea Jürgen Habermas.

¿Qué pasa con la ética? El problema de la ciencia es plantearse hacer lo que se puede, sin confrontar lo que se puede con lo que se quiere o se debe. La ética es la conjugación de libertad y responsabilidad. La libertad es la capacidad de elegir voluntariamente lo que yo puedo hacer, lo que quiero hacer y lo que debo hacer, de manera armónica.

Quedarse en una ética de hacer el bien es convertirlo en un cinismo, porque el bien no es un fin, sino un medio. La ciencia tampoco puede llegar a hacer el bien. Uno tiene que asumirlo en términos de una progresión sucesiva. Comprender que la primera dimensión de la ética es el otro, no hacerle daño. Formo parte de una comunidad, pero también está el medio ambiente y la sostenibilidad. La ética es de una visión global.

No se puede hablar sobre la ética de la inteligencia artificial como un simple problema deontológico. El modelo americano persigue una inteligencia artificial atada a la idea de déficit económico y mejoramiento de las armas. Al modelo ruso le interesa usarla para dominar, perseguir y vigilar. El modelo europeo es más sano, tanto así que ha establecido unos estándares éticos más integrales.

En cuanto a la educación, no es la información lo importante, sino poseer el conocimiento de la capacidad de limpiar, sistematizar, clasificar, jerarquizar, priorizar y sincronizar la información, por una demanda particular. El fin del conocimiento es saber hacia dónde y para qué, en ese sentido, el ser humano es el destino de la educación.

La Agenda 2030 de los ODS, habla en su propósito cuatro de la inteligencia artificial aplicable. Lo que hay que aclarar es que nosotros no podemos plantear la inteligencia artificial sin tener el marco fundamental de los derechos humanos y la sostenibilidad, que son precisamente el origen y el destino de estos medios artificiales.

Hay que enfatizar que la ética se aprende poniendo en práctica los valores. No se puede eliminar la perversidad de la mente, pero se puede consolidar sus partes y ser consciente, de tal manera de construir una jaula a tu animal y un muro de represión a la agresividad.

Hay que estar advertido que, desde el momento en el que uno se plantea ser un ejemplo de las generaciones jóvenes, ya uno deja de ser un ejemplo. Lo que uno debe proyectarse es ser un testimonio de honradez y transparencia. Lo que sí me gustaría subrayar es que los antivalores están muy cerca nuestro y hay que tenerlo en cuenta con sentido de emergencia e insistir en el valor.

Italo Calvino decía: “El infierno entre los humanos no es algo que vendrá, sino es algo que existe”. Lo único que uno puede hacer es descubrir que en ese infierno hay pequeños espacios de otra naturaleza, y de lo que se trata es de ahondarlos, expandirlos y profundizarlos. La esperanza activa es convertir en desafío aquello que yo espero.

[1] Acrónimo en inglés que se refiere a las disciplinas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.

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