Por Rodolfo Rodríguez*
La ética en la educación implica honestidad de ambos lados. Cuando hablamos de ética en la educación, solemos pensar en cosas muy formales y a veces complicadas. Déjenme contarles una historia personal en la que, en la práctica, se vivió la ética con un comportamiento íntegro y un deseo de búsqueda de la verdad.
Cuando estaba cursando la materia de pregrado Electrónica 1 en la ESPOL (Escuela Superior Politécnica del Litoral), la cual tomé con el profesor Miguel Yapur, recuerdo que hablamos de los duplicadores de voltaje, un tipo de circuitos electrónicos que, basados en diodos y capacitores, permiten obtener, a la salida, valores de voltaje mayores a los aplicados a la entrada del circuito.
Una tarde, me reuní con un compañero de clase para resolver una tarea: realizar varios gráficos (voltaje vs. tiempo) de distintos circuitos duplicadores de voltaje. Cabe mencionar que solo el primer ejercicio venía con el gráfico resultante; eso nos permitiría comparar nuestra solución con la del libro.
En el proceso, aplicamos una variación. A pesar de que el gráfico usaba como unidad de tiempo el “segundo” (y era también lo que el profesor nos sugirió), hicimos nuestros cálculos empleando “medio segundo” como intervalo de tiempo.
Normalmente, tomar una unidad de tiempo menor debería arrojar un gráfico de la misma forma, pero con mayor “resolución”, al tener más puntos (x, y). Sin embargo, al realizar el análisis, y aunque revisamos dos veces, nuestro gráfico salió totalmente distinto al del libro.
Decidimos optar por la verdad
Teníamos que tomar una decisión: hacer el deber usando la unidad de tiempo en 1 segundo para que el gráfico resultara igual al del libro; o analizar con más profundidad lo que había pasado en nuestro caso.
Decidimos profundizar, así que en esta ocasión usamos una décima de segundo como intervalo de tiempo. Nos demoramos más, ya que teníamos que realizar 10 veces más cálculos que lo previsto. Finalmente, obtuvimos un gráfico de mucha precisión; no obstante, nuevamente igual al de antes y diferente al del libro.
Explicación de nuestro problema al profesor
A la mañana siguiente, ya en el aula, abordamos al profesor antes de que empiece su clase. Le contamos lo que habíamos hecho y cómo nuestro gráfico salía siempre diferente al del libro. Siendo así, me pidió que saliera al pizarrón a realizar el análisis y el gráfico del primer circuito duplicador de voltaje del deber.
Así lo hice. Una vez colocado el circuito y los ejes de voltaje y tiempo en el pizarrón, le indiqué que iba a tomar una décima de segundo como unidad de tiempo. Luego, aún un poco inseguro, le comenté que eso no tendría que alterar el gráfico, sino que este debería ser más preciso. La respuesta del profesor fue afirmativa, así que procedí. Me tomó casi la mitad de la clase, resultando el mismo gráfico del día anterior.
El profesor tomó la posta
Mientras que desarrollaba el problema, el profesor no dijo nada; pero siempre estuvo atento. Cuando terminé, él pasó adelante y ejecutó nuevamente todo el ejercicio usando también una décima de segundo como unidad de tiempo. Obtuvo el mismo gráfico que nosotros; nuevamente diferente al del libro.
Desarrollar dos veces el primer problema del deber consumió todo el tiempo de la clase; esta había concluido y salimos sin tener una conclusión definitiva.
En la clase siguiente, el profesor llegó con casi 15 minutos de retraso. Apenas entró, nos condujo a todos al Laboratorio de Electrónica. Al ingresar, observé sobre el mesón una conexión de diodos y capacitores, además de una fuente de alimentación eléctrica. Era el mismo circuito duplicador de voltaje que tantos problemas nos había traído, pero “en vivo”.
El profesor se había tomado la molestia de conectar todos los elementos que conformaban el circuito duplicador que habíamos estudiado, para así determinar, viendo el gráfico en la pantalla de un osciloscopio, cuál era la curva correcta de voltaje vs. tiempo, si la de nosotros o la del libro. Al energizar el circuito, el gráfico en el osciloscopio demostró que teníamos la razón, el libro estaba errado.
Mi reconocimiento a un profesor honesto
Los sucesos de esos tres días en la universidad marcaron mi carrera. Me confirmaron la importancia de ser curioso, buscar la verdad, no conformarse con lo que te enseñan; sino preguntarse siempre un poco más, no solo aprender, sino “entender”.
Comentario aparte merece mi profesor de Electrónica 1, el magíster Miguel Yapur. No creo que sean muchos los instructores que se tomen la molestia de verificar —primero teóricamente y luego en la práctica— la suposición de un alumno de si el libro de la materia está equivocado. Este escrito es, en buena parte, un homenaje a él.
La ética en la educación, un esfuerzo de dos sentidos
Para terminar, quiero mencionar que la ética en el proceso educativo tiene una dinámica en dos sentidos, de ida y de vuelta. No basta que el profesor intente enseñar la verdad honestamente; se necesita el deseo del alumno por aprender. Esa es la dinámica en “dos sentidos”, por lo que pueden ocurrir distorsiones de ambas partes.
Por un lado, puede haber profesores que solo desean “cumplir” con los horarios sin estar seriamente interesados en si los estudiantes aprenden; o, peor, “pasar” a los alumnos a cambio de algo. Y también puede darse el caso de un estudiantado preocupado por “aprobar” la materia de cualquier manera.
Se debe recordar que aprobar una materia es el resultado de haber entendido y asimilado el contenido de la asignatura. Es casi un “efecto secundario” dentro del proceso de aprendizaje.
* Magíster en Sistemas de Información Gerencial por la ESPOL. Cuenta con certificaciones internacionales de sistemas de automatización de edificios. Actualmente es docente, miembro del Comité de Ética y delegado electo del Consejo Universitario de la Universidad Casa Grande (UCG). Además, ha sido miembro del Consejo Electoral de la UCG.