La importancia del Estado y los fenómenos políticos actuales
Por Pierina Casal*
A lo largo de la historia han ocurrido acontecimientos que dada su magnitud han sido difíciles de ignorar; así también, los que surgen para arrasar y marcar por siempre el curso de la historia y la vida de las personas.
No es desconocido que el 2020, año de la pandemia, ha sido y sigue siendo el delimitante de muchas acciones que se realizan a diario; no obstante, no es lo único que ha acaparado la atención de los medios de comunicación y de todo el mundo.
Este año, distintas problemáticas han ´desbordado’ el agua de un ‘vaso’ social que ya se encontraba repleto. Y, aunque cada uno de estos inconvenientes merecen ser tratados por separado, es crucial señalar el rol decisivo que debe desempeñar un Estado cuando aparecen fenómenos políticos, más aún teniendo en cuenta la proximidad de las elecciones presidenciales. Este papel es crucial gracias a las distintas manifestaciones ocurridas en Ecuador, las cuales han sido lideradas por movimientos ecologistas, feministas, indígenas, religiosos e, incluso, de extrema derecha, provocando una gran división social.
La realidad de una sociedad es alterable. Así como el ser humano cambia con el tiempo, también lo hacen sus necesidades colectivas e individuales, y requiere de respuestas y soluciones relacionadas al contexto en el que vive.
Según J. Vallés (2007), “el origen de los conflictos se sitúa en la existencia de diferencias sociales, que se convierten a menudo en desigualdades” (p. 19). Esta asimetría requiere de asistencia, y en una civilización como la nuestra, aquel llamado lo recibe el Estado. Este tiene, por tanto, el deber de identificar las distinciones de sus gobernados y de mantenerlas unidas mediante el orden, sin restringir su diversidad; además de reconocer la existencia de una relación complementaria, más no dependiente.
La libertad recae en el pueblo y este tiene el derecho, por excelencia, de defender sus causas, de ser atendido; y el Estado, de procurar velar y escuchar a cada actor de cada contienda. El agente regulador del bien común es el gobierno, por lo que este debe conducir a sus ciudadanos a un desarrollo que beneficie a cada una de las partes.
Del mismo modo, en su rol como mediador de conflictos, el Estado no puede ser ajeno a los descontentos sociales y subestimar a los demandantes. Por lo que, si para algunos resulta impactante que hoy en día los jóvenes hablen de temas como el cambio climático, la igualdad de oportunidades, una paga salarial justa, la equidad de género o las preferencias sexuales, no es solo parte de su realidad, también de su rol, como ciudadanos que tienen el derecho a sublevarse si consideran a la sociedad muy despótica en cuanto a la libertad de expresión y la participación de la juventud en asuntos sociales y políticos. “Luchar contra el adultocentrismo no es luchar contra los adultos, sino contra las expresiones de esa cultura dominante…” (Duarte Quapper, 2006, p. 11).
Por otro lado, a doscientos años de la independencia, Guayaquil parece tener motivos de celebración. En aquellos años, en el territorio costeño y a lo largo de toda Hispanoamérica, se estaban suscitando procesos de cambio ideológicos y políticos. La palabra libertad brotaba ansiosa de los labios de muchos, en busca de la tan anhelada autonomía.
Sin embargo, considero una doblez celebrar la libertad en todo su esplendor cuando aún se ven vestigios de opresión, solo que con distintas denominaciones. Eso, teniendo en cuenta que esta ciudad, en sus inicios, fue un referente de igualdad y conciliación entre todos los miembros de lo que en ese entonces era la provincia de Guayaquil, donde las jerarquías sociales eran confusas y las oportunidades económicas hacían posible los progresos y desplazamientos. Es, por tanto, lamentable presenciar como aquellos principios se han ido desvaneciendo, dejando una actualidad enferma: con sesgos sociales, económicos, culturales, entre otros.
En definitiva, mientras exista humanidad existirá diversidad, por lo que es vital que se exhorte a cada individuo de cada rincón del Ecuador a considerar las realidades sociales. Pero, sobre todo, a tener en cuenta la responsabilidad que obtiene aquel que está llamado a gobernar, y que es elegido por el pueblo, en lo que concierne a respetar las distintas partes que conforman la República del Ecuador.
De la misma manera, siendo el Estado y la sociedad un todo, que buscan el equilibrio, el llamado es también a la ciudadanía. Tal vez evocando la celebración del Bicentenario de la Independencia de Guayaquil las personas despierten el sentido de igualdad que han dejado bajo un profundo letargo; y quizá así puedan percatarse y comprender, para luego reproducir en todo el país, cuán imprescindible es considerar las distintas opiniones y necesidades de cada individuo. Dejar el viejo-nuevo mundo atrás y convertirlo en uno renovado, más aún cuando se comparte un objetivo, que es el provenir de una ciudad, de un país, y que solo se logrará si todas las partes caminan juntas hacia la meta.
Referencias
Duarte Quapper, K. (2006). Género, generaciones y derechos: nuevos enfoques de trabajo con jóvenes. Una caja de herramientas. Family Care International, Fondo de Población de las Naciones Unidas.
Vallès, J. M. (2007). Ciencia Política: Una introducción (6.a ed.). Editorial Ariel, S. A.
* Estudiante de primer año de la carrera de Ciencias Políticas de la Facultad De Administración de Empresas y Ciencias Políticas de la Universidad Casa Grande (UCG).